sábado, 26 de noviembre de 2011

Santo niño de Atocha

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La leyenda devota del hacedor de milagros, el pequeño Santo Niño, surgió en España, en Atocha, un suburbio de Madrid, muchos hombres estaban en prisión debido a la fe que profesaban. 

Como los carceleros no alimentaban a los prisioneros, las familias les traían los alimentos, en una época, el califa emitió una orden que consistía en que nadie excepto niños de doce años o menores podía traer alimentos a los prisioneros.  

Aquellos que tenían niños jóvenes podían mantener con vida a sus familiares, ¿pero qué les sucedería a los demás? Las mujeres del pueblo suplicaban a Nuestra Señora, pidiéndole que las ayudara a encontrar una forma de alimentar a sus maridos, hijos y hermanos. Al poco tiempo, los niños volvieron a sus hogares con una historia extraña. 

Un joven niño visitaba y alimentaba a los prisioneros que no tenían niños jóvenes que los alimenten. Ninguno de los niños sabía quién era, pero la pequeña vasija de agua que llevaba nunca estaba vacía, y la canasta siempre estaba llena de pan para alimentar a todos los desafortunados prisioneros que no tenían niños propios que les trajeran alimentos. 

Llegaba de noche, pasando al lado de los guardias que dormían o sonriendo amablemente a los que estaban despiertos. 

Aquellos que habían pedido un milagro a la Virgen de Atocha comenzaban a sospechar acerca de la identidad del pequeño niño. 

Como una manera de confirmarlo, los zapatos de la estatua del niño Jesús estaban gastados. Cuando los reemplazaron por unos nuevos, esos también estaban gastados. 

Luego de que Fernando e Isabel expulsaron a los moros de España en 1492, la gente continuó invocando la ayuda de Nuestra Señora de Atocha y su Santo Niño.
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Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo, trajeron consigo las devociones de sus tierras nativas.  Aquellos que provenían de Madrid naturalmente trajeron su devoción a Nuestra Señora de Atocha. En 1540, se descubrieron minas de plata en México, y los trabajadores españoles de minas emigraron aquí. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Santo niño de las Suertes


 

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En la colonia Tacubaya en el D.F., capital de México, se venera una hermosa imagen del niño Jesús llamado: “el Santo Niño de las Suertes” que duerme y apoya su cabeza a modo de almohada una calavera. Según la leyenda, que se remonta a principios del siglo XIX, dos misioneros caminaban rumbo a Tlalpan; al llegar a las inmediaciones escucharon el llanto de un bebé. 

Intrigados y sorprendidos porque en el área no había habitantes, buscaron el lugar de donde procedía el llanto y encontraron a un niño de escasos cuatro meses. Al momento de levantarlo, el niño se convirtió en una escultura, y según se dice al mismo tiempo brotó en ese sitio un manantial de agua al que desde entonces se le ha llamado "Ojo del Niño".

Los sacerdotes, impresionados con el Niño, regresaron a México para presentarlo ante el arzobispo, este no podía dar crédito a tales acontecimientos narrados por los misioneros, que depositaron la imagen en un pequeño nicho provisional.
Por la noche, los religiosos y el arzobispo tenían curiosidad, por lo que visitaron la imagen, al llegar a donde se encontraba, observaron un bellísimo resplandor que emanaba de la imagen, prodigio que propicio que se arrodillaran ante ella.

A este niño se le nombró de las Suertes, debido a que el arzobispo decidió sortear el sitio al que donaría la imagen para ser venerada, salió ganador el convento de San Bernardo, aqui existia pobreza, la voluntad del niño era quedarse en ese lugar, debido a que siempre en el sorteo ganaba el mismo convento, eso hizo reflexionar al arzobispo y le permitió al niño quedarse en el mismo lugar.   

Se le ha tratado de dar varias explicaciones a la calavera que tiene el niño como almohada, la más aceptada es que simboliza el triunfo de Cristo sobre la muerte. 

Pudiera deberse a que la introducción del culto al Niño de las Suertes a principios del siglo XIX sería quizás para tratar de exterminar a algún culto tardío y que aun se conservara  a las antiguas deidades como, Mictlantecuhtli.

Mictlantecuhtli: (del náhuatl señor del inframundo, derivado de tecuh-tli 'señor' y mictlan lugar de los muertos) es el dios azteca zapoteca y mixteca del inframundo y de los muertos (no tenían concepto católico del infierno), también era llamado Popocatzin (de popoca 'fumar'), por lo tanto era el dios de las sombras. Junto con su esposa Mictecacíhualt, regía el mundo subterráneo o reino de Mictlán.

Lo que sí se puede afirmar con certeza es la gran veneración que tiene esta imagen y la gran cantidad de milagros que se le cuentan entre resurrecciones, curaciones milagrosas y muchas más que sus devotos le agradecen llevándole juguetes.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Niño de Isinche

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En el valle de Isinche, ubicado a 4 kilómetros al suroeste de Pujilí, que guarda una larga historia de milagros y de devoción religiosa.

Don Bolívar León es propietario de la hacienda Isinche Grande, desde hace siete años, pero sus puertas están abiertas a los fieles del Niño de Isinche, una imagen milagrosa.

Antiguamente, en la hacienda funcionaba un obraje, ahí nace la leyenda del Niño:

a inicios del siglo XVIII, un mular que transportaba un fardo de lana se acostó y no quiso seguir el camino. El arriero retiró el bulto del lomo del animal y lo abrió: encontró la figura tallada en madera del Niño. Esa misma noche, el propietario de la hacienda tuvo un sueño:

se le apareció la figura de Jesús y le dijo que quería quedarse y que construyera un templo. Así fue.
En la parte alta de Isinche se encuentra la casa del general Leonidas Plaza, una réplica de una mansión francesa. Tras el terremoto de Pujilí, en 1996, quedó casi en ruinas. Don Bolívar trabaja en su restauración, así como la del templo.

Todos los devotos no se pierden la celebración de Corpus Cristi, tradicional en la región.

El niño de Isinche a realizado una infinidad de milagros, es por eso que en su santuario existen varias placas de agradecimiento, además varios trajes de todos los tamaños, pues mientras va pasando el tiempo él, crece más y más.


 

jueves, 3 de noviembre de 2011

Dr. José Gregorio Hernández

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(Isnotú, Trujillo, 26 de octubre de 1864- Caracas, 29 de junio de 1919.)

Muchos latinoamericanos lo consideran santo a pesar de no haber sido canonizado por la iglesia Católica. 

Beatificación:

Por sus acciones y su ejemplo de conducta cristiana, los católicos venezolanos veneran a Hernández, pidiéndole favores y atribuyéndole milagros, hecho por el cual la Iglesia católica venezolana inicia en el año 1949 el proceso de beatificación y canonización, conducido por el arzobispo de Caracas, monseñor Lucas Guillermo de Castillo ante el Vaticano.

Luego de iniciar el proceso, y completados los primeros casos, el Dr. José Gregorio Hernández es nombrado "venerable"  por el papa Juán Pablo II el 16 de enero de 1986  y se inicia el próximo paso, que lo llevaría a la beatificación. De completarse el proceso, se convertiría en el primer santo de procedencia venezolana.

Muerte:
Murió de forma trágica, al golpearse la cabeza con el borde de la acerca a consecuencia de un impacto con un automo´vil, en la esquina de Amadores, La Pastora, Caracas, Venezuela, pueblo hoy integrado en Caracas. Sus restos reposan en la iglesia parroquial de la Candelaria de esta ciudad, después de estar por mucho tiempo en el Cementerio General del Sur. Era la tumba más visitada de dicho cementerio.


Milagros:
Más conocido como el hermanito Gregorio (Dr. José Gregorio Hernández) ha realizado una gran cantidad de milagros, muchos dicen que se contactan con una monja la cual les hace una cita, les da la fecha y la hora, los pacienten deben tener todos los instrumentos listos para la operación divina, cuentan que deben estar solos en el lugar en donde van a ser operados y llega el hermanito Gregorio a hacer su trabajo.



Muchos afirman que después de la operación se encuentran gasas llenas de sangre o sangre regada por el piso y como en toda operación el paciente debe guardar reposo.
Varias son las personas que pueden dar fe a esto, porque muchos han sido bendecidos y se les ha brindado otra oportunidad de vida.
























Virgen de Quito


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El monumentoestá compuesta por siete mil piezas diferentes, esta es la mayor representación de aluminio en todo el mundo. 

La obra empezó en 1976, es una réplica de la escultura de 30 centímetros realizada en el siglo XVIII por el escultor quiteño Bernardo de Legarda, la misma que reposa en el altar mayor de la iglesia de San Francisco, y que está considerada como la obra cumbre de la escultura de la escuela quiteña colonial.

La escultura representa a la Virgen María tal como se la describe en el libro bíblico del Apocalípsis:


"Una mujer con alas, una cadena que apresa a la serpiente que tiene bajo sus pies y que representa a la bestia del 666. Es por ello que además de los nombres de Virgen de Quito ó Virgen de Legarda (por el escultor de la obra original), esta estatua también es llamada Virgen del Apocalípsis.


La escultura reposa sobre un edificio base de cuatro niveles, construido en hormigón y revestido de piedra volcánica; dentro se puede recorrer un pequeño museo en el que se relata la historia del milenario cerro y de la construcción de la escultura. Además, accediendo por este museo se puede llegar a un mirador ubicado en los pies mismos de la Virgen, desde el cual se tiene una privilegiada vista de 180 grados de la ciudad de Quito.


En su base de hormigón se encuentra una placa nombrada "La Mujer de la Apocalipsis (Cap 12)" escrita por el Padre Jesús Rigoberto Correa Vázquez la cual dice:  

"¿Quién es esta mujer, de sol vestida, reina, de doce estrellas coronada, portentosa señal, airosa, alada, que al firmamento se remonta erguida? ¿Quién es esta mujer engrandecida, que a sus plantas la luna ve postrada, mantiene a la serpiente encadenada y entre todas es la única escogida? Es María, la Virgen, la esperanza mostrada, en el edén, a cielo y tierra, en quien Dios se encarnó y entró en la historia. Es la Madre de Dios, flor de la alianza, la mujer fuerte que al infierno aterra, la esclava del Señor, la asunta a gloria."




El Panecillo: es una elevación natural de 3.000 metros sobre el nivel del mar, enclavada en el corazón mismo de la ciudad de Quito- Ecuador, por su ubicación se ha convertido en el más importante mirador natural de la ciudad, desde el que se puede apreciar la disposición urbana de la capital ecuatoriana, desde su centro histórico y hacia los extremos norte y sur.

Virgen del Quinche

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La historia nos dice que los que habían encargado la confección de la imagen, no quisieron o no pudieron pagar por ella al escultor y entonces, el artista se la dió a los indios oyacachis a cambio de unos tablones de fino cedro que éste necesitaba para sus trabajos; más tarde el sabor popular enriquecerá los hechos con la leyenda de que 
La Virgen se les había aparecido antes a los indios del lugar en una cueva prometiendo librarlos de la plaga de osos que devoraban a los niños.


Los caciques quedaron admirados cuando vieron llegar a Diego Robles con la imagen de la Virgen a cuestas y reconocieron en ella los mismos rasgos de la Señora que se les había aparecido y les había hablado en la cueva. Quince años permaneció la imagen al cuidado de los indios hasta que en 1604, el obispo del lugar ordenó su traslado al poblado del Quinche, de donde finalmente tomó su nombre. 


La imagen, que es una fina talla en madera de cedro de unos 62 cm. de alto, está revestida por un amplio y lujoso ropaje de brocado cubierto de gemas, y bordado con hilos de oro y plata que sólo dejan ver su rostro moreno y apacible.


La Virgen lleva un cetro en la mano derecha y con la izquierda sostiene el Niño en actitud de bendecir, mientras sostiene una esfera de oro coronada por una cruz. 


A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas, manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas.




El rostro de Jesús evoca las facciones de los niños mestizos de aquellas sierras. Mestizo es el color de la Madre, síntesis del alma del inca y del español.
Su fina nariz está enmarcada por un delicado rostro ovalado de labios delgados y boca pequeña; sus ojos achinados y su mirada triste con los párpados entrecerrados o caídos le confieren una dulzura única. 


Por eso esta advocación es tan popular en Ecuador, especialmente entre los indios que llaman con afecto "La Pequerlita" a su protectora del cielo. 


Los indígenas de Lumbicí, lugar perteneciente al pueblo de Cumbayá, pidieron una copia, lo más exacta posible, de la bellísima y afamada imagen de Nuestra Señora de Guápulo. Entonces, don Diego de Robles, quien esculpió esta preciosa imagen, trabajó con el cedro y otros maderos que le sobraron de la primera. 
 
Pronto la Virgen de Oyacachi llegó a ser famosa en toda la comarca, numerosas romerías de los pueblos vecinos comenzaron a frecuentar este sitio, antes desconocido. 

Por este motivo, los indios se vieron en la necesidad de construir una capilla o una pequeña iglesia para colocar en ella la imagen de la Virgen, entonces comenzaron otros prodigios que comprobaban el deseo de la Virgen que se erigiese un santuario.

Don Diego Robles regresó un día a Oyacachi. Los indios se regocijaron y le pidieron que se quedara unos días entre ellos, para construir en madera un altarcito para la Santísima Virgen. Robles se negó y emprendió el viaje de regreso a Quito. 

En un momento, al pasar por el puente de un caudaloso río, el caballo dio un salto y lo lanzó fuera de la silla. Robles iba a caer en lo más hondo de las aguas. De pronto, uno de sus pies se enredó entre los maderos del puente. Al verse a punto de perecer, clamó a la Virgen de Oyacachi. En ese instante atravesaban el puente dos caminantes que, movidos por piedad y compasión, se acercaron al desventurado Robles y le sacaron del peligro.
Cuando el artista quiso darles las gracias, ellos ya habían desaparecido. El escultor comprendió que fue una gracia del cielo. Por eso decidió volver a Oyacachi y allí construyó el altarcito de la Virgen. 

En 1604, el Obispo del lugar ordenó el traslado de la imagen de Oyacachi al pueblo del Quinche, más cimentado en la vida cristiana, y fue puesta en la iglesia parroquial, convertida en su nuevo santuario. 

Sin embargo, pronto tuvieron que pensar en la construcción de un templo más grande. En 1630 la sagrada imagen fue trasladada a su nuevo santuario, con el tiempo la construcción sufrió varias modificaciones, después del terremoto de 1869 el templo fue reconstruido.

"La última construcción del templo se remonta al año de 1905 y su consagración al año 1928. La imagen fue coronada canónicamente en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre, el templo actual fue declarado Santuario Nacional en 1985".